Contra la planta incineradora de Serín

miércoles, 14 de abril de 2010


Siempre que se acomete la construcción de una gran obra o infraestructura, surge la controversia acerca de su necesidad. Vivimos ya en un mundo lleno, los espacios de los países occidentales salvo escasas excepciones están habitados. Estas infraestructuras provocan siempre malestar. La incineradora de Serín no es una excepción.

Los políticos, los empresarios, los medios de comunicación nos hablan de que es necesario crecer para progresar, desarrollarse para tener más. Pero la contradicción se presenta ante unas infraestructuras que provocan problemas para nuestra salud y nuestra forma de vida, que se transforma, y el bienestar se va perdiendo poco a poco (ruido, malos olores, suciedad, toxicos…).

Vivimos en una sociedad capitalista que responde a un modelo que necesita crecer para poder generar los procesos de enriquecimiento y acumulación que la constituyen; estos se basan en los flujos de materiales y energía que pierden su calidad y se degradan, produciendo inevitablemente los residuos.

La incineradora de Serín es la última tecnología para tapar las vergüenzas de la sociedad consumista. Transformar los residuos (quemándolos) en energía y nuevos residuos tóxicos que se diseminan en el aire que respiramos.

Este hambre desmesurada de recursos es necesario ponerla a dieta, planteándose tanto a nivel personal como colectivo nuevos objetivos como adaptar las estructuras económicas y productivas en el marco local donde estas sean sustentables, limitar el consumo para no saturar la capacidad de carga de la biosfera, utilizar bienes reutilizables que duren y sea fácil su reparación y conservación, y también reciclar (aunque no sólo).

Abrir un nuevo camino hacia el decrecimiento en el uso de las energías, los bienes materiales y los espacios, que permita a la naturaleza desplegar su exuberancia y a los otros pueblos de la Tierra vivir sin ser expoliados.

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